edwin rios 16 11 17 2Pese a su acento un poco cantadito similar al de los cuencanos, Edwin Ríos, el piloto más joven de Tame Amazonía, es oriundo de Macas, la capital de Morona Santiago. A sus 28 años desarrolló la pasión por la aviación ya que su papá, también aviador, le inculcó el amor por la profesión, por las aeronaves y por la ayuda social.

Acompañar a su progenitor, quien durante 35 años fue el encargado de la ambulancia aérea de la Misión Salesiana del Oriente, le permitió a nuestro compañero conocer de cerca el trabajo comunitario, los peligros de las pistas y la asistencia que, con un avión, se puede dar a las personas que viven en lugares de difícil acceso.

“Recorrí muchas de las pistas a las que ahora llega Tame Amazonía cuando era un niño. Ahora tengo la satisfacción de ayudar, ver la felicidad de las personas cuando se inaugura una pista y las sonrisas de los niños al ver llegar al avión; puedo arrimar el hombro para socorrer gente y, eso trae paz para el alma”, cuenta el piloto.

Después de cumplir con la capacitación para ser piloto en Bolivia y en Guayaquil, empezó su carrera hace 7 años. Trabajó en algunas de las empresas de aviación que prestan sus servicios en la zona, hasta que se presentó la oportunidad de ingresar a la filial de nuestra aerolínea. “Buscaban pilotos amazónicos, que conozcan el lugar, que tengan experiencia en pistas cortas y que vuelen aviones pequeños”, añade nuestro joven compañero.

Así se integró a nuestra gran familia, en el 2014, desde que arrancó la operación de Tame Amazonía en Pastaza. Para él, la Empresa es el puente que une a las comunidades de difícil acceso con la ciudad; es el corazón de todos los pueblos indígenas.

Conocedor a pulso de la mayoría de las pistas de Morona, Pastaza y Zamora, especialmente las achuar y shuar,  este audaz aviador tiene como única cábala persignarse antes de iniciar un vuelo. “Dios es el único que tiene hecho el camino para todos”, afirma.

Dentro de sus muchas anécdotas recuerda que en la pista de Wiririma, los habitantes quisieron subir unos loritos para enviarlos a Shell. “No podemos llevar ni traer de las comunidades carne cruda, animales en peligro de extinción y productos derivados de ellos y, mercancías peligrosas. Pude darme cuenta y no subimos la caja con los animalitos”.

Con mucho orgullo el capi Ríos, como se lo conoce en la Estación de Shell, dice que le encanta su trabajo ya que está orientado al servicio de la ciudadanía.

Texto: Dalia Montalvo